Olga Nolla, pasión por las letras | Herminia Alemany Valdéz

Escribo porque yo, un día,

adolescente, me incliné ante un

espejo y no había nadie.

Rosario Castellanos

 

Me tocó ser rebelde, no porque

quisiera, sino porque me tocó

pertenecer a una generación

que se estaba rebelando contra

el rol tradicional de la mujer.

Olga Nolla

 

En Puerto Rico, al igual que en Hispanoamérica, las escritoras han sido marginadas y ninguneadas. Con mucho esfuerzo han logrado avanzar y posicionarse en el mundo de las letras. Ahí tenemos el ejemplo de Rosario Castellanos y Julia de Burgos, pilares en el mundo de las letras. Ejemplos a emular y siempre puntos de referencia.

 

Julia de Burgos marca un momento importante en la literatura puertorriqueña ya que escribe sobre una experiencia íntima de la cual sólo el hombre podía abiertamente expresarse. Su poesía es una manera de exigir justicia hacia los marginados y la igualdad con el sujeto masculino. El segundo movimiento feminista que surge en la década del 70 (siglo XX) retoma la figura y la obra de Julia de Burgos para fortalecer su lucha por nuevos derechos. A partir de ese momento, poetas y narradoras como Olga Nolla, Rosario Ferré, Vanessa Droz, Ángela María Dávila, entre otras más, escriben sobre diversos temas, uno de ellos la experiencia amorosa, para expresar su sentir y también para exigir la igualdad.

 

Olga Nolla, por ejemplo, se empapa de la tradición oficial, la destruye y sobre ella edifica otra nueva tradición. Es una poesía alternativa que redefine a la tradición de acuerdo con su visión de mundo y a las necesidades de sus representados. Esto se logra a través del juego con las formas y los discursos tradicionales, del uso de la imagen sorpresiva y, particularmente, de la celebración del erotismo. No podemos atribuirles a los poetas de la minoría del setenta la inauguración del erotismo como elemento transgresor del poder, pero sí podemos observar una actitud lúdica que los distancia de las manifestaciones anteriores. A partir de la década del setenta, se cultiva en la poesía puertorriqueña un nuevo erotismo que procura superar las formas tradicionales del discurso amoroso. José Luis Vega en “Treinta años de poesía puertorriqueña (1962-1992),” identifica tres vertientes: el testimonio gozoso de una sexualidad que desemboca en humor e ironía; la franqueza erótica de la escritura femenina y las luchas reivindicatorias de la homosexualidad. Añade Vega que “el erotismo femenino corre desde la refinada, casi manierista franqueza de Vanessa Droz; pasa por las sutilezas irónicas de Olga Nolla; por el coloquio de humana y gozosa plenitud de Ángela María Dávila; atraviesa la ira apasionada de Rosario Ferré; continúa en las intenciones de causar asombro de Nemir Matos o María Arrillaga; y recala últimamente en la poesía de Mayra Santos Febres.”

 

Olga Josefina Nolla Ramírez de Arellano nació en Río Piedras, Puerto Rico el 18 de septiembre de 1938 y murió en Nueva York el 30 de julio de 2001. Proviene de una familia de escritores. Estudió la Licenciatura en Ciencias Biológicas en Estados Unidos. En 1967 culminó sus estudios de Maestría en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico. Trabajó como periodista y redactora. En 1984 inició su experiencia docente como profesora de Literatura, Humanidades e Historia del Arte. Junto con Rosario Ferré fundó en los años setenta la revista Zona Carga y Descarga (1972-76), medio de expresión de los jóvenes literatos del momento. Dirigió la revista Cupey de la Universidad Metropolitana de Puerto Rico desde su comienzo. Fue también guionista de televisión para programas culturales.

 

En la década del 70 del pasado siglo, en Puerto Rico coexisten cuatro organizaciones feministas: Mujer Intégrate Ahora (MIA), la Federación de Mujeres Puertorriqueñas (FMP), la Alianza Feminista por la Liberación Humana y la Alianza de Mujeres de la Comunidad Gay. Nolla participó activamente en la Federación de Mujeres Puertorriqueñas y fue editora de su revista Palabras de mujer. Asimismo, dejó establecido claramente su postura y la de la Federación en el editorial “Compartir sí, competir no,” donde consigna el feminismo como una lucha de hombres y mujeres por erradicar completamente los prejuicios que por razones de índole social, política y económica siguen oprimiendo a la mujer.

 

Aunque Nolla se inició como poeta, incursionó también en el cuento y la novela. Porque nos queremos tanto (1989) es su única colección de cuentos. El libro, publicado bajo el sello de Ediciones de la Flor en Argentina, consta de doce relatos que, mayormente, se desarrollan en la ciudad de Mayagüez. Aunque no falta la crítica social y política, el ambiente que permea en todos los cuentos es el lúdico. El juego y la fiesta son las constantes. El cuento que inicia esta colección, “La única ventana”, presenta la vida aburrida de una niña burguesa que observa desde la rendija de una ventana (prohibida por sus padres, pero permitida por la criada), el juego que llevan a cabo los chiquillos más pobres. Nolla ataca a la clase acomodada de las décadas del 50 y 60. Presenta la figura de la niña rica encerrada en el castillo, aburrida de su abundancia y, más pertinente aún, criada por la sirvienta en vez de la madre, a pesar del desdén de los progenitores por los pobres. En el cuento “A las cinco veré a Julián” la niña del relato anterior es sustituida por María Cristina Rodríguez: mujer profesional que labora en los lustrosos edificios de la Milla de Oro, en Hato Rey. Nuevamente, se encuentra el lector con la referencia al espacio exterior, allá donde existe la realidad. Ahora, el personaje no observa por la rendija de una ventana en Mayagüez, sino por la ventana de un edificio de Hato Rey desde donde se ve el Caño Martín Peña, referente por excelencia de la más baja escala social.

 

Uno de los cuentos más logrados de esta colección es “Ojos de mar y cielo”. En él Nolla emplea una enorme cantidad de recursos para desarrollar una trama bifurcada entre Puerto Rico, Estados Unidos y España. Un joven español deja a su esposa y a su hijo en la Península Ibérica para ir a probar suerte en Estados Unidos. Pero, al llegar a América, el español se enamora de una puertorriqueña (llamada “flor boricua”) con quien tiene un segundo hijo. Entonces se da el fenómeno de colonización a la inversa, el español viene a probar fortuna en el Nuevo Mundo pero termina perdidamente enamorado de una puertorriqueña y es ella quien lo “mantiene” y a la vez lo “amarra” a tal grado que éste desiste regresar a España.

 

La segunda hija (1994), primera novela de Nolla, fue calificada por un Secretario del Departamento de Educación de Puerto Rico (José Arsenio Torres) como pornográfica, por lo tanto prohibió que se leyera en las escuelas. Esta novela, narrada a dos voces (la protagonista de la historia y la narradora omnisciente), cuenta la historia de dos familias: los Guarch y los Ríos. La acción de esta novela gira en torno a tres personajes: Clara, su hija (Esmeralda) y su nieta. Estos tres personajes dan cuenta de las transformaciones socio-económicas de Puerto Rico en los últimos cincuenta años, sin obviar la emigración a los Estados Unidos. El foco principal de la historia es la relación que sus protagonistas tienen con la figura masculina. A través de esa relación, explora las vidas de tres generaciones de mujeres: Clara, mujer fuerte que transmite los valores tradicionales; Esmeralda rompe con los valores tradicionales de sumisión, sacrificio y dedicación al cuido del marido y los hijos; y la segunda hija (siempre innombrable) defiende su derecho a expresar lo que siente y a romper con las normas tradicionales.

 

En la novela El castillo de la memoria (1996), Nolla recupera el pasado y revisa la historia de la hispanidad en Puerto Rico. Es una novela histórica que tiene como personaje central a Juan Ponce de León, personaje mítico obsesionado con la fuente de la juventud y quien, en la novela, la encuentra. Juan Ponce de León fue el primer gobernador de Puerto Rico. La novela va desde el descubrimiento en 1493 hasta la invasión estadounidense en 1898. Nolla se basa en el mito de la fuente de la juventud y la historia de Caín y Abel para ficcionalizar la historia de Puerto Rico. En esta novela Ponce de León no muere atravesado por una flecha en la expedición a Florida sino que descubre la fuente de la juventud y finge su propia muerte. Cambia su vestimenta de soldado por la de un monje. Cuatrocientos años más tarde vuelve a tomar la posición de soldado para batallar del lado de España en la Guerra hispanoamericana. La mezcla de realidad y fantasía dan por resultado una narrativa amena y vital.

 

En El manuscrito de Miramar (1998), Nolla hilvana la historia de dos mujeres, Sonia (la madre) y María Isabel (la hija). Esta novela, que está dedicada “a todas las mujeres que guardan un secreto,” narra paralelamente la historia de estos dos personajes. Ambas tramas tienen un punto de contacto: el encuentro con los hombres y la forma de vivirlo. Esta novela gira en torno a un manuscrito escrito y guardado en un antiguo cofre del siglo XV por Sonia Sabater que recoge su propia historia en un intento de desahogarse. Este documento no es destruido y muchos años después unos obreros encuentran el cofre cuando estaban derrumbando la mansión de la familia Gómez-Sabater en Miramar. El Instituto de Cultura localiza a los hijos de Sonia, María Isabel y Antonio que viajan a Puerto Rico desde los Estados Unidos para recoger el cofre. Los hermanos acuerdan que será María Isabel quien lo abra para conocer el contenido. Para sorpresa de la hija, el cofre contiene un manuscrito escrito por su madre. En éste cuenta con detalles la infidelidad a su esposo Felipe Gómez, con su profesor de Historia, el doctor Enrique Suárez Castillo. Las historias de madre e hija, resultan paralelas, pues María Isabel, entre sus dos matrimonios, tiene una apasionada relación amorosa con un compañero de trabajo casado. Sin embargo, hay episodios en que tanto la madre como la hija reviven los mismos recuerdos, María Isabel siente una gran desilusión al descubrir que su madre no era lo perfecta que ella creía. Después de descubrir todas las intimidades de su madre, María Isabel, desilusionada decide quemar el manuscrito. Bob, el esposo norteamericano de María Isabel, quizás para fortalecerla, le confiesa que el padre de ella, Felipe Gómez, había tenido una amante durante muchos años; que inclusive, fue su única compañía en sus últimos años de vida.

 

Rosas de papel (2002) es la última novela de Nolla. Esta se alza como una metáfora histórica de Puerto Rico. A través de la vida del personaje central, Tomás Alberto Herrera, desfilan los acontecimientos fundamentales que han marcado el difícil proceso de un pueblo pequeño sujeto a los intereses y vaivenes de un poder ajeno: Primera y Segunda Guerra Mundial y las luchas nacionalistas. Nolla representa la historia de Puerto Rico por medio de la historia de los personajes: Tomás Alberto Herrera es hijo de español y criolla y se casa con la hija de un aristócrata local, a su vez, su hija se casa con dos estadounidenses, uniendo así el elemento anglasajón.

 

Nolla, como integrante de un movimiento literario que busca la representación femenina, al igual que Rosario Castellanos y Rosario Ferré, le da un nuevo giro al personaje femenino en su narrativa. A través de la escritura ellas descubren los males que aquejan a las mujeres y plantean la posibilidad de un cambio, de una esperanza. Coinciden en la necesidad urgente de romper con los mitos que aniquilan a la mujer y los cuales ella inmortaliza con mayor recelo. Además, las tres recalcan la necesidad de que la mujer tome mayor control de su vida y abandone la dependencia, por comodidad, del marido y los hijos. Finalmente, coinciden en que la adquisición de la voz implica el rescate y apropiación de un espacio negado por siglos y la creación de una realidad más justa.

 

Como poeta, cuenta con ocho poemarios: De lo familiar (1973), El sombrero de plata (1974), El ojo de la tormenta (1975), Clave de sol (1977), Dafne en el mes de marzo (1989), Dulce hombre prohibido (1994), El caballero del yip colorado (2000) y Únicamente míos (2001). En su poesía, la mujer se convierte en hacedora de significados. Esto se logra con la inversión de la metáfora de la sensualidad y de las relaciones hombre-mujer que tradicionalmente habían sido presentadas desde la perspectiva masculina. En sus versos, Olga Nolla contempla a un amado que carece de nombre, de voz y del cual se exalta su cuerpo y el placer físico que éste produce más allá de la mención del amor. La poeta objetiviza al amado del mismo modo al que estamos acostumbrados a ver objetivizada a la mujer, tanto en la literatura como en el mercado comercial: “Conocí a un portugués que hablaba siete idiomas/ y besaba muy mal aunque no tenía problemas sexuales:/ a la hora de la verdad funcionaba con la eficiencia característica/ a las razas imperialistas” (Dafne en el mes de marzo, 37), “me gusta que camine desnudo por la casa./ Tiene partes rosadas como rosas./ Tiene las piernas duras y el cuello/ como un tronco de roble” (Dulce hombre prohibido, 7), “Era tan inmensa la belleza de su espalda,/ la suavidad de sus hombros y sus brazos musculosos;/ tan seductora era la belleza/ de sus nalgas durísimas y peludas” (Únicamente míos, 18).

 

Además, su poesía parodia e invierte el estereotipo del macho, al presumir, al igual que éste lo hace, acerca de su conocimiento en materia de sexo y del número de amantes que han pasado por su cuerpo: “Yo no tengo la culpa que me gusten los hombres,” dice la autora.

 

De lo familiar, publicado en Argentina en el 1973 por Ediciones Dead Weight, es su primer poemario. A través de un lenguaje sencillo y coloquial, los 37 poemas que componen esta colección señalan la descomposición social y moral de la clase burguesa. Une Nolla la búsqueda del ser interior con la circunstancia histórico-social, lo que produce una poesía confesional y testimonial. Los poemas presentan una transgresión tanto formal como temática: carecen de título, no comienza con mayúsculas, no hay signos de puntuación. Son poemas de denuncia, de reclamo y, hasta cierto punto, de irreverencia, como se puede observar en “la brisa se despega de la tarde” (14).

 

Otro poema que marca el tono del libro es “quisiera poder decir..... YO ACUSO” (74-5), en donde observamos claramente “la vergüenza” que siente la poeta ante las injusticias y la descomposición social.

 

El crítico literario Juan Martínez Capó considera los poemarios El sombrero de plata y El ojo de la tormenta “como una unidad formal y temática.” Añade que en ambos libros encontramos “un afán de buscar la experiencia y el conocimiento, la autoformación y definición, la recreación constante, en un mundo donde el ser humano está en soledad ineludible, unido esto al descubrimiento de que existe una escisión (¿insalvable?) entre el mundo interno de la aspiración y el mundo externo de lo real (familia, colonia, pueblo enajenando) y donde los pocos encuentros posibles sólo se pueden realizar con la patria liberada, el semejante explotado, el amante, la poesía y el yo desentrañado.”

 

En El sombrero de plata es recurrente el afán de la liberación del ser de las ataduras internas y externas, especialmente la emancipación de la mujer, en particular del estigma de ser considerada sólo objeto sexual, como se puede observar en “La casita de muñecas” (43). En este poema, tanto la autora como “Rosario,” destruyen simbólicamente la imagen de la muñeca-mujer en el acto incendiario de liberación. Esta preocupación la comparte Nolla con su prima y compañera de generación Rosario Ferré, quien podría ser la “Rosario” mencionada en el poema. Ferré, por su parte, presenta la misma situación en dos cuentos “La muñeca menor” y “Amalia.”

 

El ojo de la tormenta es, ante todo, testimonio muy personal de un complejo proceso de transformación social, de derrumbe y de reinvención, de liquidación de un mundo y de premonición de otro. El ojo de la tormenta es el eje metafórico sobre el cual se ordena poéticamente la historia personal y colectiva. En la segunda parte del poemario la historia personal se torna historia pública. Para ello la autora utiliza fechas, titulares de periódicos o datos relevantes: “Perspectivas” y “Datos atmosféricos.”

 

“Problemas del conocimiento,” precisamente, se llama un poema donde se pregunta por la naturaleza del ser humano y de las cosas, y que es representativo de la modalidad reflexiva e interrogante en este libro, reflexión que no sólo se dirige al ser humano universal, sino al yo del poeta. El yo poético no sólo consta de “alma” sino también de cuerpo; el cuerpo y sus partes no se eluden, como tampoco se soslaya la sexualidad. Ambos libros presentan el contraste entre lo falso y lo auténtico, entre lo natural y lo artificioso.

 

Con Clave de sol (1977) se acerca más abiertamente al erotismo que otras escritoras ya habían explorado. Los poemas de esta colección fueron redactados al amparo de las lecturas de San Juan de la Cruz, Arthur Rimbaud y Friedrich Nietzsche. A pesar de que la inquietud por el conocimiento continúa vigente en estos poemas, es notable la aparición de una denuncia donde la autora deja entrever su intención de “articular una constelación de estructuras para la felicidad” (85). Según la autora “esto no es un poemario, sino un testimonio donde la cronología de las composiciones que brotaban a diario completas y acabadas, ya gestadas por el inconsciente a flor de piel como eslabones coherentes de un devenir, debía respetarse” (85).

 

En Dafne en el mes de marzo (1989) Nolla recurre al mito helénico para expresar una propuesta feminista. A través del mito, más aún a través de la re-definición del mito, redescubre la alegría de su sexualidad y el poder de su libertad. El poemario está dividido en dos partes que presentan temática y ambiente diferentes. En la primera parte, Dioses y diosas, proyecta una afirmación gozosa de una edad y condición. En la segunda parte, Primavera en Worcester, expresa un encuentro con una realidad geográfica diferente a la de Puerto Rico.

 

En el poemario están muy presentes el humor y también a veces el amor. A través del texto se percibe una sensibilidad muy literaria que se expresa indiscretamente en las múltiples referencias a figuras mitológicas y a escritores o a personajes de ficción. En la segunda parte la poeta interpreta, describe o siente desde una perspectiva diferente, en este caso a la puertorriqueña. Hay una integración de elementos culturales de diversa procedencia. Para Carmen Dolores Trelles es la primera parte la que salva el poemario ya que “proyecta fuerza, equilibrio y madurez.”

 

En Dulce hombre prohibido (1994) Nolla celebra el cuerpo masculino pero también ridiculiza los estereotipos tradicionales evitando el lugar común en el contexto de un contenido decididamente feminista, como se lee en el poema “Me encanta ser un objeto sexual” (13). En el poema “Los dioses juegan béisbol bajo los reflectores,” Nolla se deleita en la contemplación de la figura masculina, específicamente el beisbolista de las Grandes Ligas. A medida que va describiendo el bien dotado cuerpo, va comparándolo con algunos de los dioses del Olimpo, Zeus y Aquileo, por ejemplo. Tras el erotismo del poema hay una crítica vedada a la insensibilidad masculina: “Es lindo verlos correr, saltar,/ para atrapar una insignificante bolita blanca!/ ¡Da risa comprobar/ lo poco que se preocupan por los mortales!” Esta crítica no sólo le cae a los jugadores, sino que alcanza también a todos los que se sientan, hipnotizados, a ver los juegos (que en el caso de Puerto Rico es el béisbol, pero bien puede ser fútbol o baloncesto) y abandonan o ignoran a la mujer.

 

En El caballero del yip colorado (2000), Nolla juega con las imágenes tradicionales de ambos sexos, afirmando y a la vez negando la relación convencional entre ellos mientras que sustituye hábilmente la perspectiva habitual de la poesía amorosa por una justamente contraria. En un juego directo con la tradición caballeresca, Nolla presenta al “nuevo caballero,” donde el “jeep” sustituye al antiguo corcel y en él —acentuando la nota el color rojo— se concentra la alusión a la fuerza de la masculinidad, a su juventud y su gallardía.

 

En estos poemas se perfila un hombre paradigmático, ejemplar, idealizado conforme a modelos pasados (el caballero) y también del presente (John Wayne, Sylvester Stallone). La poeta admira al hombre no sólo en su belleza y su virilidad, sino que también se estremece ante su indefensión y su desvalimiento, como podría hacerlo el caballero andante ante la fragilidad y delicadeza de su dama. Esta poesía —al inventar y recrear al hombre a la medida de la mujer— resulta mucho más revolucionaria que cualquier otra con un contenido más contestatariamente feminista.

 

El poemario Únicamente mío fue galardonado con el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en el 2000. Los 39 poemas que lo componen evocan, por medio de las palabras, el disfrute del cuerpo propio y ajeno. Nolla presenta su admiración por la belleza masculina (35, 79, 90). Contempla y describe el cuerpo masculino, específicamente el torso: espalda, hombros, pecho, brazos, nalgas (18, 46-7, 60). Asimismo, compara al hombre con el héroe, con un príncipe italiano, un guerrero inca (16), Napoleón, Bolívar (46), Perseo, David, Abraham Lincoln (54), Teniente Ojeda, Tupac Amaru, Atahualpa, príncipe de los Andes, para finalmente llamarlo "Príncipe de la Cordillera de América" (67). Pero también el hombre es rosa, cuando es tierno (23) y árbol cuando desea alcanzar las nubes o se hunde en sus raíces (75). Este poemario está lleno de nostalgia tanto del amado como del goce del cuerpo masculino y del ritual amoroso.

 

Después del disfrute, la poeta se hunde en el dolor del abandono (52). Una constante en este poemario es la imagen de un hombre acostado en la cama o a veces en un sofá, en ocasiones desnudo (15, 39, 73, 89). Otro aspecto que no pasa por alto Nolla es la alusión al aspecto religioso aun sabiendo que será condenada o censurada (48, 73).

 

Nolla se empapa de la tradición oficial, la destruye y edifica una nueva tradición a través del juego con las formas, los discursos tradicionales, del uso de la imagen sorpresiva y, particularmente, de la celebración del erotismo. A través de la palabra y el sentimiento Nolla le canta al amor carnal, pero también al abstracto. Le canta a la vida. A través de sus ocho poemarios, Olga Nolla nos ofrece unos poemas que eran “únicamente suyos” para que se conviertan en “únicamente nuestros,” en “únicamente míos.”


Herminia baja

Herminia Alemany Valdéz

[Puerto Rico, 1961] catedrática en el Departamento de Español en la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla. También ha impartido cursos en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (Campus Ciudad de México y Campus Tuxtla) y en la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha publicado en revistas, dictado conferencias y ofrecido talleres de investigación y escritura tanto a nivel nacional como internacional. Ha sido incluida en las antologías Arquitectos del alba (Lima, 2009), Antología XIII Encuentro Internacional de Poetas (Michoacán, 2009) y Voces en plenilunio (Loja, 2009). Tiene el poemario publicado Lentejuelas, canutillos y chaquiras (2009) y una antología de ensayos sobre la Revolución mexicana, Por el ojo de la cerradura: Una mirada más allá de la Revolución mexicana (2010).