Mutantes digestivos | Martín Guerra

Yo soy el que conoce los

recovecos de la pérdida

El cuerpo es el cuerpo/

está solo y no necesita órganos/

el cuerpo nunca es un organismo/

los organismos son los enemigos

del cuerpo.

No se trata de quemar las cosas,

sino las representaciones que tenemos de las cosas

En el mundo en que estoy no hay

arriba ni abajo: hay la Verdad

que es terriblemente cruel. Es todo.

 

Antonin Artaud

 

Lo primero en lo que pensé cuando los amigos de OJOXOJO me pidieron que escribiera un texto sobre la obra visual de Yulino Dávila —y digo visual, porque Yulino es también un destacado y renegado poeta de la Generación del 70 y miembro de Hora Zero— fue en Antonin Artaud y ese concepto del que habló en algunos de sus escritos: el cuerpo sin órganos. Para Artaud, este era un cuerpo sin organización más que sin órganos, un cuerpo sin jerarquías, sin dentro ni afuera, sin entrada ni salida. Deleuze y Guattari fueron quienes retomaron la idea del cuerpo sin órganos para crear una filosofía del escape anticapitalista, una suerte de manual guerrillero de los cuerpos y la representación: “La sensación es vibración. Se sabe que el huevo presenta justamente ese estado del cuerpo «anterior a» la representación orgánica: ejes y vectores, gradientes, zonas, movimientos cinemáticos y tendencias dinámicas, en relación con las cuales las formas son contingentes y accesorias. «No boca. No lengua. No dientes. No laringe. No esófago. No estómago. No vientre. No ano». Toda una vida no orgánica, porque el organismo no es la vida, la aprisiona. El cuerpo está perfectamente vivo, y con todo no es orgánico”. (2002: 52).

 

Dibujos artaudianos, entonces. Y dibujos rizomáticos: devenir cosa y devenir umbral, como diría la dupla D/G. Aquí la no-representación no se inscribe dentro de una tradición abstracta de la pintura o del dibujo, sino en una tradición de lo informe como transgresión. Como incendio. Incendiar las representaciones, como reclama Artaud, es acabar con los mecanismos de clausura de las formas y las imágenes. Y sobre todo de los cuerpos donde se inscribe la ley y el orden. Hay que quemar el cuerpo —con la fuerza del deseo— para superar la forma discursiva y burocrática del cuerpo. Buscar en el cuerpo el desorden como desacato de lo normativo. Hay que poner un ano al lado de una boca o un intestino como umbral o miembros pegados con órganos-glándulas catéteres o espéculos.

 

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Semana 010

El cuerpo sin órganos es un cuerpo mutante, un cuerpo frankenstein, un cuerpo galaxia por donde puede pasar el deseo más allá de los automatismos sociales. Es una máquina deseante que renuncia a cumplir una función. Y en estos dibujos vemos aparecer un mundo hecho de fragmentos de cuerpos y órganos que forman, en su acoplamiento, figuras extrañas y siniestras. Y ambiguas. Sin sexo ni género. Trans en su delirio copulatorio de formas. Flor-pájaro-pistilo. Como un cyborg, construcción de carne y prótesis. O como un cuerpo alienígena y hermafrodita. Decir surrealista a estas alturas tal vez sea un lugar común. O una frivolidad. Porque lo surrealista ha perdido su fuerza de revolución del sueño y del inconsciente. Del impulso, la sexualidad y el amor. Pero si lo surrealista es la compulsión, aquí hay de todas maneras formas surrealistas: objetos que conectan con cuerpos y que se nos presentan como cosas anormales o enfermas.

 

Superar al cuerpo ha sido, para la historia de la imaginación especulativa y de la utopía, tanto una obsesión como un programa. Escapar del cuerpo mortal, del cuerpo que se pudre, del cuerpo automatizado del capitalismo. Por eso el sueño de inmortalidad de los biocosmistas, o el sueño maquínico del cyberpunk. El sueño de un cuerpo sin órganos como cuerpo fraccionado que es pura circulación e intensidad. Pero el cuerpo flujo puede llegar a ser también el de la máquina capitalista. El cuerpo máquina que se ensambla con la máquina productiva y el automatismo fordista y posfordista. Por eso, antes que las partes del cuerpo sean capturadas por la axiomática productiva de la vida neoliberal, el ensamblaje tiene que darse en términos de un erotismo sin ganancia. ¿Cómo podemos escapar de los cuerpos alienados de la biopolítica? ¿Qué hacemos para que los cuerpos eróticos no sean capturados por las máquinas deseantes del capitalismo, sobre todo si los automatismos de la vida diaria son los automatismos de la materia hecha rutina, del cuerpo hecho trabajo, de la existencia hecha sufrimiento? Tal vez la maniobra sea, como en estos dibujos, salirse de ese cuerpo atrapado por el sistema, una forma de romper con ese fraccionamiento del cuerpo como producción de sublimación neoliberal.

 

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Ya sabemos que el cuerpo puede ser ampliado como sistema de orden y producción —la máquina deseo capitalista— o como un sistema de desorden, pliegue y sueño. Las uniones monstruosas del cuerpo sin órganos. En el mundo normativo de los cuerpos sanos y esbeltos hay formas que se desechan. Una biopolítica perversa que separa al cuerpo como anomalía o desviación. Por eso un cuerpo espasmódico y asimétrico desafía al cuerpo pulcro de la cultura oficial. La imperfección, la deformación y la rugosidad de los miembros dibujados por Yulino son parte del indisciplinamiento de un cuerpo anormal. Una imagen batailleana en su carácter desublimatorio, en su erotismo crudo y violento. La heterogeneidad, como refiere Georges Bataille para el arte primitivo, es el arte de la alteración. La desublimación es el borramiento de los signos y los símbolos y el reemplazo de estos por las vellocidades, acoplamientos y ensamblajes. Es la perversión del sadomasoquismo. Es una anatomía del deseo que se nos presenta en su condición extrema.

 

Yulino pertenece a una generación aupada por la idea de un hedonismo de izquierdas. Una revuelta que se materializaba en las formas del deseo y de la vida cotidiana. Por eso, más allá de discursos grandilocuentes, hay en sus figuras una vida doméstica en revuelta. Partir de esos materiales menos aparatosos —pastel, lapicero— y diagramar ese universo dúctil y caligráfico. En las imágenes uno reconoce vellosidades, epidermis, pezones, carne, pellejos, glandes. Por las junturas de los músculos o de la carne como ensamblaje circula el deseo como fluido des-cartográfico. Un mapa que se desdibuja con la línea que forma el descatalogamiento de la florifaunalimento. Porque este cuerpo sin órganos es digestivo: bacanal con menú afrodisíaco. Aunque también dionisíaco. Y orgiástico. Como ese lugar intermedio entre la disciplina —la poesía, la escritura, la cocina como arte— y el exceso. La orgía, también, como algo intermedio entre el trabajo y el cosmos. El rito alrededor del alcohol y la cocina son como actos de trabajo más allá del trabajo capitalista. La cocina como camaradería, como placer digestivo; la música como extensión del cuerpo y el sexo acoplado, la poesía como la materia musical y respiratoria. ¿Puede un artista de los desechos corporales, de los cuerpos cosidos y de los fluidos proyectar un lenguaje expresivo y poético? ¿Cómo así esas migraciones y umbrales adquieren fuerza en el ritual pagano del coloreado? Pues mírenlo y si pueden bébanlo, cómanlo y cáguenlo.

 

 

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*Véase también Yulino Visual. Dos entradas en un cuaderno,

artículo de Jorge Polanco



martin guerra muente

Martín Guerra Muente

[Lima, 1976] escritor, docente e investigador sobre arte contemporáneo y las relaciones que tiene con la arquitectura, la escritura y la política. En 2017, publicó el cuadernillo Forma y función. La ideología del arte constructivo. Es profesor de Teoría del Arte y Estética en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad de Lima.

Yulino Dávila

[Perú] psicólogo social, escritor y artista plástico. Considerado como ‘miembro histórico’ del Movimiento Hora Zero, la más antigua vanguardia de Latinoamérica que sigue activa. Ha publicado los libros de poemas El Tratante (Lima, 1995) (Edición fallida, de brevísimo tiraje, que circuló básicamente entre los amigos), Hebras de Malasaña (Lima 1998, reeditado en Madrid 2012 por Varasek Ediciones), Monasterio de palabras (Lima, 2009), Fusión (Madrid, 2010), Tálamo y Escalpelo (Madrid, 2013), Sin ambages (Madrid, 2015), estos tres últimos editados por Amargord Ediciones y Disciplina del Caos (Valencia, 2018). Su poesía aparece en antologías y revistas de Latinoamérica y España. Tiene inéditos otros libros. Su obra plástica, (dibujos, pinturas y collages) se han expuesto en: Galería Acrópolis (Lima, 1975), Galería-café Casa Fugger (Madrid , 1987), Galería Edifor (París, 2006), Galería del Cinematógrafo de Barranco (Lima, 2009), Galería Café Habana (Lima, 2009). Algunas de sus obras han servido para ilustrar portadas de libros y discos L.P. Tiene una muestra permanente en su Factoría √-1 de Barcelona, donde también da clases de iniciación al mundo culinario a jóvenes “Erasmus".

 

Yul 3 a 300