Latitud | Ricardo Cázares

el problema es el aire

 

 

              no la música en sí, sino

       ahora, el puro aire agujero

  que la va a sobrevivir

 

 

                            vale más como reliquia recordar

el rollo suelto en la polea

              desgarrando el papel

sobre la marca y pensar

que quien la hizo debió hacerla

sin pensar, la nota nueva, que fue

nueva como el aire a la hora

de haber sido llamado

 

 

         eso, minuciosamente aire

a un mm y medio

del martillo

 

 

             el problema

no es la parte averiada ni la máquina en sí

 

 

                              como todo, el mecanismo

 

 

tiene compostura, aunque es caro

            pero el aire, pero el aire...

 

 

es una cosa de distancias

 

               calibrar y

       perforar

 

 

los engranes se lubrican con paciencia

             y con grasa

 

 

             basta sólo alinear

la biela al eje

                          se presiona el pedal

 

 

se pone a punto el motor que pone el ritmo

y ya está

                  C'est ça!, ça va

 

 

pero la música se pierde

 

                             viene y va

 

             uno la pide prestada

 

 

 

aunque es tarde

aunque te parezca tarde y ahora sepas

lo que cuesta empezar

tendrás que hacerlo

aunque seas un viejo gris

antes de tiempo

y no puedas distinguir un pliegue

tosco, una arruga en el papel

de la línea que divide los estados

el de ahora, el que fue

la vida vieja que dejaste alargarse

en las orillas

aunque ya no haya lugar

que sea tuyo en el mapa

tendrás que ir a toda prisa

y marcar tu geografía

como puedas

antes de que el mundo y la música

no sirvan

y te debas calibrar con las palabras

que te quedan

 

quedan pocas

no te hagas ilusiones

eso, tú

que corres la carrera

no lo sabes porque aún

quieres pensar que casi todo

lo aprendiste en la escuela

 

tú, que al escuchar una lección

de navegantes y viajeros dormitabas

y meneabas la cabeza

registrando cada tanto en el cuaderno

las medidas del cuadrante

una fecha, una inscripción

tallada en piedra

que pudiera serte útil adelante

adelante

 

a la hora de pasar la noche en vela

preparando el examen sin saber

cuál es la hora y el lugar

en el que uno se presenta

 

 

 

                           Un día, mirando a un buen jinete, mientras galopaba

                           velozmente junto a él, pensé, “vas tan despreocupado sobre

                           tu silla, que si el caballo se inquieta seguro caerás”.

                           Charles Darwin. El viaje del Beagle

y uno de ellos, un hombre

de unos treinta, treinta y tantos

de cuarenta casi, dice el hombre

que se monta en el lomo de un moro

muy violento, nervioso, todavía

sin domar, y uno de ellos, digo

un hombre —no soy yo, ni nadie

mío— monta, se le monta

para leer mejor la línea que se lee

cuando se cae, cuando uno pierde

el equilibrio que mantiene el cuerpo

firme, vertical, uno de ellos

me recuerda un día de julio

hace años, cuando yo también

subí, no a un caballo

sino a un cerro para ver

si desde ahí podía medirse

la distancia, una distancia que en teoría

representa el lugar

donde se curvan las corrientes

y se comba la canción y uno puede

escuchar alguna vez la voz que fue

que era todo en el momento cuando uno aún

creía, o quería creer que el mundo

no acababa de caber

en el papel, y no había necesidad

de resignarse a pensar que un hombre

cualquier hombre, más incluso

si es mujer, si una mujer te mira

y te monta para ver

quién cae primero

si los cuerpos se acoplan o se quiebran

al rodar por la pendiente de la edad

que pisotearon los caballos

 

 

 

ah, pero sé bueno, sé

flexible al escandir o

escanciar los pocos litros

que le quedan a la costa

 

sé paciente como el agua

que no espera que uno venga

para echarse a rodar en el rodillo

y repite

y repite una tonada

que no hay modo de tocar con las dos manos

 

sé maleable como el tiempo

de la música que vuelve

muchas veces

que tropieza en el borde de la tierra

muchas veces y es paciente

como el agua, a su modo, es paciente

porque nunca se repite

y no espera que uno venga

para echarse a correr

porque recuerda, no la música en sí

sino las manos de mujer

que la tocaron

 

sé elástico y ancho y rebelde

como toda la belleza que se extiende

y que nunca se repite porque sabe

que de ella no depende estar crecida

ni cansada de creer en las orillas

 

 

 

ahora, dices

es la música, ahora

que está aquí su orden

cierto, su presente de disparo

acertado, oportuno

para arquear el galerón

que nos envuelve

que sucede alrededor que está tan cerca

de decir de qué manera discernir

es distanciarse del objeto

 

ahora, ahora que estás sola

y tranquila

para ser tan tú

que tarareas tanto

tanto tu lugar ganado a tientas

en la sombra donde lates

sin nacer, a metro y medio

de la línea del comienzo

donde esperas todavía

que la música te diga si la línea

esa, allá, señala una latitud

o una latencia

 

* Inéditos


ricardo cazares cort

 Ricardo Cázares

[Ciudad de México, 1978] es autor de los libros <> (Palas vol. 2), <> (Palas vol. 1) (Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza), Es un decir (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2013) y Drivethru (Editorial Compañía, 2008). Dentro de su trabajo como traductor destacan la primera traducción completa al español de Los poemas de Maximus y Poemas de Maximus IV, V, VI, de Charles Olson, así como la antología de poesía experimental Renacimiento de la Poesía Inglesa, los libros Estar con de Forrest Gander, Paz en la Tierra de John Taggart, Maleza de luz de Ronald Johnson, Recordando a William Carlos Williams de James Laughlin, Pedazos de Robert Creeley y Polvo y conciencia de Truong Tran. Es editor y miembro fundador de la editorial Mangos de Hacha. Actualmente es miembro del SNCA.