Chonon Bensho es una artista visual, investigadora etnográfica y poeta del pueblo indígena shipibo-konibo, de la Amazonía peruana. En los dos últimos años, su arte ha empezado a gozar de un creciente reconocimiento, tanto al interior del Perú como en la esfera internacional. No solo tuvo su primera exposición individual en Perú (llevada a cabo en abril del 2021 en la Alianza Francesa del barrio de Miraflores, en Lima, y titulada “Metsá Nete: el hermoso mundo visionario de Chonon Bensho”), sino que participó en importantes muestras colectivas, volviéndose en un referente del arte indígena contemporáneo del Perú. Además, tuvo su primera exposición en el extranjero, titulada “A River, a Snake, a Map in the Sky”, en la ciudad de Basilea, como parte del festival Culturescapes. Asimismo, la institución británica “Art from Heart”, la eligió como Artista del Mes en febrero del 2021. Un punto determinante del ascenso de Chonon en el campo artístico se dio cuando recibió el Primer Premio en el Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú (el premio artístico más importante del país). Lo más curioso es que ganó el certamen no con una pintura, sino con un gran cuadro bordado llamado Inin Paró (“el río de los perfumes medicinales”). Ella fue la primera mujer indígena y la primera artista de su región (Ucayali), en ganar el prestigio concurso. La novedad del hecho suscitó que la noticia fuera cubierta por los principales medios de prensa de circulación nacional, removiendo muchos de los prejuicios de una sociedad que persiste signada por la desigualdad, el racismo y la marginación de las naciones indígenas. No en vano, la artista dedicó su premio a todas las mujeres indígenas que cada día se esfuerzan por salir adelante y vencer la discriminación y la indiferencia.
Bensho nació en 1992, en la comunidad nativa Santa Clara de Yarinacocha. Su madre enterró la placenta en la huerta y su padre puso el cordón umbilical en el techo de palma de su casa. Mediante esas antiguas costumbres posteriores al parto, los padres ayudaban a configurar la relación íntima de los niños shipibo con el territorio ancestral. Chonon es descendiente de sabios Onanya y de mujeres que han conservado las tradiciones artesanales y artísticas de sus ancestros. Su abuelo, Ranim Bima, fue un médico Onanya que se inició en el saber medicinal y visionario siguiendo los pasos de los antiguos. Así pues, ella fue criada en un ambiente tradicional, en su propia lengua y curada con las plantas medicinales que utilizan las personas que quieren llegar a ser maestras de los diseños kene (patrones geométricos que son parte esencial de la expresión artística propia de las naciones de la familia lingüística pano). La geometría del kene expresa la visión filosófica y espiritual de los artistas shipibo y tiende siempre a la búsqueda de la belleza y del equilibrio.
Su nombre se traduce, con cierta libertad poética, como “golondrina de los campos medicinales”. Ella afirma que “mi abuelo me lo dio porque siempre me dijeron que yo tenía algo especial. Me conecta con mis ancestros”. Los nombres antiguos que se daban a los niños muchas veces eran revelados a los padres, tíos o abuelos en sueños y solían pertenecer a un ancestro del bebé. De esa manera, el nombre establecía una continuidad entre las nuevas generaciones y los ancestros, entre nuestro mundo y el mundo suprasensible. Además de su formación como artista tradicional, siguiendo las enseñanzas de sus abuelos y abuelas, Chonon Bensho estudió en la Escuela de Formación Artística Eduardo Meza Saravia, en el distrito de Yarinacocha, en la región amazónica de Ucayali, de la que se graduó en diciembre del 2018 con una tesis artística/etnográfica sobre los diseños kene. Esta formación académica le ha permitido a Chonon desarrollar un arte con un lenguaje propio, en el que procura que converjan de manera armónica las técnicas del arte moderno con la herencia de los antiguos artistas shipibo. Se trata de un arte indígena moderno, vibrante y actual; pero, al mismo tiempo, se eleva a cierta atemporalidad mediante un lenguaje simbólico y arquetípico que trata de dar cuenta de los saberes ancestrales y de los mundos espirituales que desde antiguo han dado fuerza y sabiduría al pueblo shipibo-konibo. Sin rechazar los aportes occidentales, las diferentes manifestaciones artísticas y poéticas de Chonon se enraízan en los relatos ancestrales que le contaron su madre y sus abuelos, en las prácticas de la medicina tradicional, en las plantas de sabiduría y en el mundo perfumado de los espíritus medicinales.
Ella ha repotenciado la práctica tradicional del bordado del pueblo shipibo, combinando lo figurativo con los antiguos patrones geométricos. Cada uno de los cuadros bordados de gran formato le demora, por lo menos, de 3 a 4 meses de extenuante trabajo. Estas innovaciones y diálogos imprevistos entre diversas tradiciones estéticas la posicionan como una creadora innovadora, que se ha abierto un espacio en el campo artístico, literario e intelectual, sin perder sus raíces indígenas y comunitarias. Las búsquedas creativas y expresivas de Chonon comprenden un amplio espectro de prácticas generadoras de vida, que pasan por el trabajo en la chacra y la reforestación de especies nativas en su comunidad natal, la investigación académica, el canto poético, los diseños tradicionales, la pintura y el bordado, así como la escritura. El cultivo de estas expresiones artísticas, poéticas y horticultoras tienen en ella un profundo compromiso ético con el cultivo de la belleza, la búsqueda de la armonía con todos los seres vivos y el diálogo respetuoso entre las culturas y los diversos mundos. Su trabajo manifiesta la necesidad de relacionarnos con los ancestros y con los mundos espirituales, así como el reconocimiento del vínculo que nos emparenta a la red sagrada del cosmos que todo lo nutre y posibilita.
El arte y la poesía de Chonon Bensho se nutren, de forma explícita, de las prácticas y conocimientos de los curanderos y sabios de la Amazonía. No cabe duda de que, al ser miembro de una familia que ha practicado la medicina visionaria desde antiguo, la ha hecho heredera de una refinada sensibilidad hacia las voces del territorio, además de algunas habilidades psíquicas poco habituales y de una disposición anímica y ontológica que le permite el encuentro con los Dueños espirituales de la medicina y con las realidades suprasensibles. En una entrevista realizada a Chonon Bensho por el diplomático peruano José Zapata, en el marco del festival cultural Quipu Zurich[1], Chonon dijo que:
“yo fui criada en el ambiente de las plantas medicinales, porque mi abuelo [Ranim Bima] era el médico tradicional, que curaba a la gente que venía hacia él, a los que realmente querían curarse y lo necesitaban […] En las familias shipibas, cada una tiene sus propios conocimientos de las plantas y saben qué planta usar en cada momento, porque es un conocimiento que viene de los abuelos”.
Sin lugar a dudas, el hecho de ser bañada y tratada con plantas de conocimiento desde los primeros meses de vida, de recibir tempranamente la fuerte vibración de los cantos medicinales de un legítimo Onaya (para curar males tan comunes en la infancia como la diarrea o la fiebre), el vivir esos años formativos y esenciales para la educación de la sensibilidad respirando el suelo amazónico con los pies descalzos, la libertad de los meandros y los viajes en canoa con su abuelo para buscar plantas medicinales en el bosque, son experiencias que dotaron a Chonon de una cierta verticalidad onírica, de una sensación de comunión cósmica y de habilidades perceptivas poco comunes.
Desde niña, ha sabido conversar con los ríos y con los árboles y recibir en sus sueños los consejos de los antepasados. Los sabios shipibo no solo desarrollan una visión extraordinaria, sino que también una audición interior que permite escuchar las voces secretas de las plantas, de las aguas, de la tierra, de las nubes y de las aves, así como también las que provienen desde el mundo de los antepasados. Algunas veces, en ciertos estados afortunados de conciencia, estas voces pueden escucharse con una nitidez semejante a las conversaciones que se tienen en estado de vigila. Sin embargo, a pesar de ser una heredera legítima de estas potestades y vínculos espirituales, Chonon cuenta que durante su adolescencia descuidó el cultivo de estos conocimientos y de su identidad cultural. En conversaciones personales, ella me ha confesado que “no es nada fácil ser una adolescente shipiba en una sociedad que margina a los indígenas y que nos presiona para que olvidemos nuestras raíces”. Sin lugar a dudas, desde las aulas de la educación institucional que provee el Estado peruano a las comunidades indígenas y bajo la sobreinformación de los medios de comunicaciones, los jóvenes shipibo son presionados para integrarse a las dinámicas de la sociedad nacional y a la modernidad hegemónica. Asimismo, a Chonon le decepcionaba que la tradición medicinal del pueblo shipibo se esté distorsionando bajo la presión de los turistas que buscaban experiencia psicoactivas y pseudomísticas que poco tienen que ver con las propias dinámicas de la curación indígena; consideraba que la mayoría de los llamados “chamanes” eran embusteros y brujos que no hacían más que dar de tomar ayawaska a sus clientes extranjeros. Bensho, además, sufrió un dolor profundo con el temprano fallecimiento de su madre, que la sumió en una honda tristeza. El desencuentro cultural y la depresión terminaron enfermándola. Fue en ese momento que, con ayuda de algunos parientes, Chonon recurrió a la medicina tradicional de su familia para curarse; siguiendo las prescripciones de sus mayores y las abstinencias necesarias, su cuerpo se recuperó y su alma se vinculó nuevamente con los antepasados y con los mundos resplandecientes. Durante esos tratamientos, ella volvió a soñar (con lucidez e intensidad) con los espíritus de las plantas y del territorio, así como con su abuelo Ranim Bima y con otros ancestros; estas experiencias oníricas le permitieron enderezar su camino y ahondar en su conocimiento de los saberes ancestrales. Las palabras de consejo que recibió en sueños penetraron a lo más honde de su corazón con una fuerza transformadora que le permitió sobrellevar las antinomias e imposiciones de este tiempo confuso, para poder vivir en la modernidad pero sin perder la dignidad y la conciencia ecológica de los antiguos sabios.
Fue al poco tiempo de haber empezado ese proceso curativo y de reterritorialización cultural, que Chonon decidió entrar a la carrera de artista profesional en la Escuela Meza Saravia. Como muchas otras instituciones pedagógicas del Perú, esta escuela se rige por criterios eurocéntricos y, por lo general, se asume lo indígena como algo meramente folclórico. La mayor parte de las veces, se realiza una apropiación del arte indígena como simples motivos estéticos que pueden ser asimilados dentro de la primacía del canon ilustrado. Durante su formación, no solo tuvo que aprender a sobrellevar la frustración que sufre todo principiante y la tensión de cumplir con las obligaciones académicas, sino que por todo el tiempo que duró su proceso educativo luchó contra las imposiciones de muchos de sus profesores, quienes, carentes de toda habilidad intercultural, quisieron disciplinar su sensibilidad y su estética. A pesar de las presiones, ella pudo preservar sus raíces culturales; con el tiempo, su perseverancia le permitió asimilar las técnicas del arte académico sin perder su propia identidad como artista indígena. Muy por el contrario, Chonon ha desarrollado un arte indígena contemporáneo y un lenguaje estético propio, en el que los saberes ancestrales indígenas se armonizan en igualdad de condiciones con los del arte moderno. En su propuesta estética se muestra una atmósfera onírica y visionaria que da testimonio de sus desplazamientos espirituales y de una permanente reminiscencia a las tradiciones narrativas y poéticas de los sabios Onanya. Mediante composiciones simétricas y una discreta luminosidad manifiesta un permanente vínculo con los mundos suprasensibles y con los espíritus del territorio, además de un constante anhelo de armonía y diálogo.
Bensho afirma que, como artista indígena, su principal vocación es participar de la generación cósmica de belleza. En la lengua shipiba, la palabra jakon, que suele traducirse como "bueno", da cuenta de todo aquello que es legítimo, generoso, que se pliega a las enseñanzas de los abuelos y promociona el buen vivir. Lo bueno, desde la lengua shipiba, es siempre bello y armónico. En ese sentido, al traer una luminosidad compasiva desde los mundos espirituales, su arte busca irradiar en nuestro mundo un resplandor saludable, aliándose así al trabajo curativo de los médicos Onanya. La vocación de los médicos tradicionales del pueblo shipibo es siempre de servicio. Desde la ética ancestral, no se aprende a ser sabio solo para acumular conocimiento y poderes, buscando un beneficio personal, sino que toda sabiduría debe ser generosa y repercutir de forma positiva en los semejantes, curando las enfermedades, apaciguando los dolores existenciales y aconsejando a los demás para promover el buen convivir de la humanidad en relación con la red sagrada de la vida. Según expresa Chonon, la motivación para aprender la medicina tradicional debe ser siempre una de servicio: “Uno aprende para ser el sanador de la familia. Es muy importante que las familia cuenten con alguien que puede curar”. El médico Onanya protege a los suyos de las fuerzas destructivas y, al vincularse con el mundo espiritual, trayendo a nuestro mundo (non nete) un resplandor regenerativo, contribuye a la salud y al buen vivir. En tal sentido, y aunada con esta concepción de la pedagogía y del servicio, su arte no responde a las exigencias del mercado ni a la vanagloria de un despliegue técnico, sino a una profunda responsabilidad con sus parientes y con el resto de seres vivos, así como a los imperativos de una ética cósmica y ecológica que procura que todas nuestras acciones, pensamientos y respiros participen del mantenimiento de la vida, de la compasión, del aliento y del amor que nos vincula. La sabiduría artística y filosófica de Chonon expresa en términos estéticos la conciencia profunda de un parentesco cósmico y la necesidad de cuidar los vínculos existenciales y la dignidad de los seres, frente a todas las tendencias egoístas, codiciosas y antisociales que ponen en riesgo a la comunidad y la empatía. Su humildad artística parte de la consciencia de que el ser humano no puede vivir bien por cuenta propia, sino que precisa mantener ese vínculo con los mundos espirituales. En este sentido, al igual que los médicos Onanya, la artista indígena es un vehículo por el que se manifiesta la belleza y el resplandor del Espíritu, elevándonos hacia esa luz y bondad.
A contracorriente del racismo ilustrado (que concebía a la mujer indígena como fea, ignorante, primitiva y negada para la civilización), la voz de Chonon Bensho se enraíza en su propia sensibilidad femenina y en su vínculo con el territorio. El ejemplo, las enseñanzas y la fuerza de su madre sigue presente en ella como una estrella que la guía. En un artículo publicado en la revista El Ojo Interior (editada en la ciudad peruana de Trujillo), escribió:
“mi mamá me trajo al mundo en nuestra casa, en la comunidad nativa. Ella dio a luz a todos sus hijos sin ninguna asistencia médica, sin necesidad de ir a la posta. Las mujeres antiguas eran fuertes. Y al día siguiente de parir, retomaban sus trabajos cotidianos. Sus cuerpos se hacían fuertes gracias al trabajo en la chacra y sus pensamientos también eran inmensos. Se levantaban antes de que saliera el sol, afilaban el machete y cultivaban la tierra, cocinaban, limpiaban, se ocupaban de sus hijos, modelaban la cerámica, preparaban masato y chicha, y tejían. Todo lo hacían con buen ánimo. Las mujeres de la familia se juntaban en las tardes para bordar la ropa, y así mismo hacemos nosotras con nuestras hermanas y cuñadas. Cuando trabajamos juntas, las mujeres conversamos, nos vamos contando las novedades de la comunidad, de la familia, de nuestros hijos, reímos y hablamos acerca del futuro. Y también recordamos a nuestras abuelas, lo que ellas nos decían, lo que nos enseñaron de niñas, sus costumbres y su sabiduría”.
Chonon se nutre del territorio y de la fuerza espiritual que daban vigor y sabiduría a su madre y a sus abuelas. Por eso, cuando está en la comunidad, no deja de sentarse a bordar con sus hermanas y cuñadas, bajo el techo de hojas de palmera, rodeadas por las risas y juegos de los niños. Además, es una experta horticultora que dialoga con la tierra y brinda su cariño a las plantas para que crezcan saludablemente. El reconocimiento de la hermandad femenina en Chonon no es un asunto excluyente, ya que reconoce la necesidad de que los hombres y las mujeres de la familia se complementen, desde su diferencia y propia sensibilidad, para generar la comunidad y cuidar de la vida. En este mismo artículo, Chonon escribió que las mujeres indígenas son las guardianas de los bosques que protegen la salud de los espacios ecológicos en beneficio de todos los seres vivos:
“Nosotras tenemos que enseñar a nuestros hijos las enseñanzas de nuestros antepasados y la sabiduría de las plantas medicinales. La vida de los pueblos indígenas es inseparable de los árboles, de los ríos, de las lagunas, del canto de las aves. Si nosotros nos alejamos de la tierra, nuestra fuerza espiritual decae y nuestro pensamiento se debilita […] Nosotras sabemos que los árboles evitan la erosión de la tierra en la temporada de las lluvias; que cuando sus hojas caen y se descomponen en el suelo, donan nutrientes a la tierra; que muchos seres pequeños, como las hormigas y las aves, viven de los árboles; sabemos que los árboles dan sombra y nos permiten refrescarnos bajo ellos de las inclemencias de los días calurosos de la Amazonía; sabemos que retienen la humedad y las aguas; que purifican el aire y exhalan oxígeno. Los árboles y el territorio que nos legaron nuestros antepasados son nuestra gran riqueza. Todos los seres vivos pertenecemos a una misma familia. La naturaleza es un organismo vivo, consciente, con lenguaje y afecto, con inteligencia. Nosotras sabemos hablar con todos los seres vivos y respetarlos; y ese es un conocimiento que el mundo necesita para dejar de destruir el planeta, para aprender a vivir en armonía con el resto de seres vivos. Las mujeres indígenas cuidamos del bosque porque pensamos en la vida y la salud de nuestros hijos. Si seguimos destruyendo la naturaleza, nuestro futuro será un futuro enfermo. Debemos vivir con generosidad y con respeto, cuidando de la tierra como cuidamos de nuestras madres y de nuestros propios cuerpos”.
La conciencia ecopoética de su arte, si bien se alimenta de los saberes de su pueblo y del territorio ancestral, alcanza una dimensión universal e interpela a una época atravesada por la crisis de la modernidad y las preocupaciones ecológicas. El arte de Chonon nos recuerda que en el intento de proteger al planeta de la degradación a la que la codicia industrial lo ha sometido, no basta con un recuento técnico de los daños cometidos y del creciente peligro, sino que ante todo es necesario una nueva consciencia que nos permita habitar la tierra de forma respetuosa, bella y saludable, reconociendo el parentesco que vincula a todos los seres vivos. Las voces de los sabios indígenas, que por tanto tiempo el pensamiento ilustrado juzgo de supersticiosas y primitivas, portan un mensaje que la civilización moderna necesita escuchar con urgencia. No importa cuán distante imaginemos a nuestras sociedades de la naturaleza. Hay una memoria molecular en los seres humanos que nos llama a vivir en cercanía con el resto de seres vivos, en comunión con los bosques, las montañas, los desiertos y los ríos. Y si bien este llamado de la tierra puede ser acallado por la conciencia urbana, persiste reprimido en la hondura de la inconsciencia. Sin importar nuestra pertenencia étnica, hay en todo humano una raíz indígena, primordial, que necesita vivir en relación armónica con la existencia. Como otros artistas y pensadores indígenas que en años resientes han entrado en el espacio público, el arte y la poesía de Bensho expresan los saberes ecológicos y espirituales de sus ancestros pero de una manera contemporánea. Lejos de toda cerrazón etnocéntrica, ella se abre con generosidad y comparte las palabras que escuchó de sus abuelos, para invitar a todos a unirnos en el cuidado de la Madre Tierra y de la vida.
El arte indígena contemporáneo asimila algunas técnicas del arte occidental, pero no pierde su diferencia y sensibilidad bajo la supremacía del mercado. A diferencia de la modernidad ilustrada, que establece una separación tajante entre la cultura y la naturaleza, el arte indígena dialoga con los territorios y expresa la voz de todos los seres vivos. Los sabios ancestros de Chonon enseñaron a sus descendientes que todos los seres, desde las aves hasta los animales de cuatro patas del monte, desde los ríos hasta el sol, están vivos, tienen pensamiento, tienen afecto y participan del lenguaje. Los diferentes seres vivos debemos respetar nuestro espacio, la vida de cada quien y no abusar de los demás. Chonon ha dicho que
“en nuestros sueños y visiones podemos conversar con los Dueños del mundo medicinal, con nuestros ancestros y con los espíritus del bosque. Mi arte trata de expresar esta unidad con la naturaleza y con los mundos espirituales; y también una ética ecológica que busca el equilibrio con los demás. Mis abuelas me enseñaron que las mujeres artistas debemos participar de la creación de la vida generando más belleza, trayendo la belleza esplendorosa del mundo espiritual a nuestros mundo. Los diseños kene, que ellas habían heredado de sus madres, estaban inspirados en la naturaleza y en los espíritus; y con esos diseños embellecían sus ropas, sus casas, sus herramientas, para vivir envueltas por la belleza”.
La geometría rítmica del kene busca siempre generar una simetría dinámica, un equilibrio, una complementación y un orden, en el que cada elemento ocupe el lugar que le corresponde. El arte y la poesía de Chonon Bensho, al igual que los cantos de los médicos tradicionales, está consagrado a la belleza y a expresar el resplandor de los mundos espirituales, para compartir con la humanidad un poco de claridad, de sosiego, de silencio y de amor por la naturaleza en esta época de miedo, violencia y confusión.
[1] La entrevista completa se encuentra en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=qhxKMCxO37A)
[Lima, 1979] Investigador académico, poeta, escritor, artista audiovisual y comunicador social. Actualmente se desempeña como profesor a tiempo completo y dedicación exclusiva (en la modalidad de tenure track) en el departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). En 2012, completó un doctorado en Literatura en la Universidad de Montreal, Canadá. Se ha especializado en el estudio de la literatura oral de las naciones amazónicas, así como en diferentes aspectos del pensamiento y de las prácticas espirituales de los pueblos indígenas andinos y norteamericanos. Ha desarrollado una filosofía ecológica a partir de la sabiduría ancestral y de las ceremonias medicinales. Asimismo, ha trabajado temas de interculturalidad para la generación de un diálogo respetuoso entre la modernidad y el pensamiento ancestral de los pueblos indígenas. Posee el grado de magíster en Comunicación y Cultura, otorgado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Ha dictado conferencias, clases, seminarios y talleres en Argentina, Perú, Bolivia, Canadá e Inglaterra. Ha publicado libros de poesía, narrativa y de investigación académica en Argentina, Perú, Chile y México, así como artículos en revistas indexadas.