«Infernales», de Laura Ramos | María Elena Roig Torres
Taurus | Barcelona | 2019 | 416 pp.

 

Sorprende la indefinición del género literario en esta época que vivimos. Como medievalista, sería muy hipócrita quejarme de ella. Sin embargo, como lectora, no deja de resultar, en ocasiones, molesta, tal vez porque el horizonte de expectativas que tenemos, al menos por lo que se refiere a obras contemporáneas, se encuentra mucho más acotado que en el caso de los textos antiguos.

 

Sea como fuere, la última de las lecturas que me ha burlado es Infernales de Laura Ramos. Subtitulada La hermandad Brontë. Charlotte, Emily, Anne y Branwell, apareció publicada en el sello Taurus del grupo editorial Penguin Random House en octubre de 2019 (agosto de 2018 para Argentina). En cartoné con solapas y una cubierta ilustrada en sobrios grises azulados sobre blanco roto por Juan Andrés Videla, en la que lucen bosquejados algunos de los personajes que se citan en el texto, siguiendo el modelo de los dibujos conservados de los protagonistas, son más de 400 páginas dedicadas a la familia literaria de los Brontë.    

 

Lo que llama la atención de este libro es, sin duda alguna, el título y lo que promete: una verdadera biografía que, sin censura ni paliativos, debería contar los detalles escabrosos de varios de los personajes más llamativos pertenecientes a la literatura de la primera mitad del siglo XIX anglosajón, las hermanas Brontë, incluyendo al siempre olvidado Branwell. Sin embargo, acabada la lectura, he de decir que me he sentido hasta cierto punto engañada por varias razones.    

 

Para empezar, los lectores asiduos de las obras decimonónicas —o los conocedores de la época victoriana— saben que la imagen de moralidad y purismo no se sostiene. Fue un ideal, pero no una realidad, al menos no por lo que se refiere al mundillo cultural del momento. Así pues, bautizar como ‘infernales’ a los Brontë suponía poner el listón ciertamente muy bajo por lo que respecta a sus acciones y actitudes.    

 

Las referencias que ofrece Ramos, sin embargo, no son particularmente llamativas: alcoholismo y drogadicción para Branwell, aunados a una vida disoluta plagada de deudas, que aceleraron su temprano deceso; devaneos amorosos de naturaleza adúltera para alguna de las hermanas —que no se sabe bien hasta dónde llegaron y que bien pudieran haberse limitado al plano mental y no físico—; y, sobre todo, una abundancia de imaginación romántica, exaltada, que lleva a crear mundos alternativos donde cualquier exceso es posible… siempre en la ficción.    

 

Ninguno de estos hechos resulta excepcional en una época en la que, recordemos, el modelo literario era el del poeta maldito. Ni siquiera que Charlotte pareciera tener (claras) nociones sobre el consumo de láudano. Me imaginé —y las reseñas leídas antes de que el libro llegara a mis manos así lo confirmaban— que se trataría de una proyección vital mucho más perversa, tal vez con cadáveres en el armario y huesos de hijos nonatos enterrados en el jardín. ¿Por qué la autora definió a los Brontë, por tanto, como ‘infernales’ si, en la comparación, no superan la perversidad de otros muchos escritores contemporáneos suyos? No encuentro razón y temo achacarlo a la simple mercadotecnia.    

 

Con todo, reconozco que para aquellos menos versados en el siglo XIX inglés la biografía puede revelarles interesantes datos. Es una semblanza bien construida. Los dieciséis capítulos se van sucediendo, uno a otro, enganchando lentamente al lector en una trama de niños dotados que se convierten en adolescentes y luego en adultos, arrastrando su soledad por los páramos desiertos o en colegios terroríficos, así como su miseria de clase culta pobre. La inseparabilidad de vida y obra en los Brontë es cardinal a la hora de comprender su producción, y en este sentido Ramos construye un relato sólido, especialmente a la hora de interpretar la juvenilia. Si a mí me supuso una pequeña decepción fue más por las expectativas que me había generado el título que por fallo u omisión de la autora.    

 

La ruptura en el plano del contenido entre lo que hay en el libro y lo que esperaba coincide con otra en el plano estilístico, que seguramente tenga la misma razón. Me refiero a que creía tener entre manos otro formato de estudio biográfico que no es Infernales. Acostumbrada a leer retratos históricos más o menos veraces sobre personajes del panorama literario, el de Ramos tampoco cumple con los rasgos habituales.    

 

Ya he dicho que la biografía es buena, y añado ahora que su bibliografía resulta impecable. Las notas, en un formato al final del volumen que molesta poco la fluidez de la lectura, son abundantes y completas —más de 800—, lo que atestigua un encomiable esfuerzo de investigación, que nutre muchas de las anécdotas citadas por la autora. La referencia a los títulos consultados ocupa cuatro caras completas. Con todo, el efecto es extraño: tal vez porque justamente las notas se encuentran relegadas a un segundo plano, el lector tiene la incómoda sensación de que no está leyendo una biografía de confirmado trasfondo histórico.    

 

Es cierto que, echándole un vistazo al índice, es difícil comprender de dónde surge tal convicción. Se abre y se cierra como lo hacen centenares de obras de corte similar, con numerosos apéndices dedicados a organizar la gran cantidad de datos que suministra la lectura, desde mapas del espacio geográfico en el que se mueven los protagonistas a listados onomásticos de familiares, amigos y mascotas, pasando por otros de personajes ficticios creados para el universo Brontë. Asimismo, incluye listados de fotografías reproducidas, de nombres citados o de abreviaturas utilizadas. Y sin embargo no sé sustraerme a la sensación de que no estoy delante de una mera exposición biográfica, sino de un texto que roza lo personal… de la autora, no de los Brontë.    

 

No se puede hablar de una novelización propiamente dicha: no es una novela con los hermanos Charlotte, Emily, Anne y Branwell, aunque en momentos puntuales use recursos novelescos. Ahora bien, tampoco es un libro de referencia al uso. En realidad, se respeta el grueso de los hechos históricos y no parece detectarse la mentira literaria en ellos. O no más de lo que se detectaría en una biografía corriente. Resulta, pues, complejo sentenciar sobre qué tipo de libro es este Infernales. No parece una novela, no es una biografía, no tiene el corte de una crónica, no es un ensayo.    

 

O tal vez sí sea un ensayo, uno que se encuentra a medio camino entre la exactitud que aporta la (supuesta) objetividad y la polarización que implica la subjetividad. No cae ni en un extremo ni en el otro, se localiza a medio camino, más cercano a la reflexión humanística de lo que es habitual en un texto de similares características. Si bien la autora no toma la palabra con una primera persona, el texto sí que sugiere una visión personal sobre los acontecimientos que se recogen en el retrato familiar. En todo caso, no rehúye de ella.    

 

Una de las consecuencias es la construcción acronológica de los episodios, como se denota nada más iniciar la lectura, con un ¿prólogo? ¿introducción? ¿prefacio? ¿preámbulo?, bautizado ‘Una noche gótica’, en el que salta de la mención a autoras como Victoria Ocampo y Virgina Woolf por su relación con las Brontë a una escena de la casa familiar en un invierno de 1827 o al famoso encuentro de las dos hermanas, Charlotte y Anne, con su editor en 1848, todo en menos de una decena de páginas.    

 

Tildar Infernales de ensayo puede ser cualquier cosa menos un insulto. Y, de hecho, probablemente haya una intencionalidad clara de Ramos por no reproducir los sucesos vitales de los Brontë de una manera canónica. En este sentido, es muy relevante la inclusión del capítulo final escrito en cursiva, bajo el título ‘Mis libros prohibidos’, en el que la autora hace una incursión a varios episodios de su propio pasado para justificar la naturaleza particular de su biografía brontiana. Es el aspecto menos clásico de la biografía: si es común encontrar un prólogo que explica la elección del personaje reseñado y/o las principales dificultades encontradas durante la reseña, Ramos opta por escenificar(se) de niña tras el hallazgo fortuito de una vieja edición de Juana Eyre por Carlota Brontë, a la que siguen otros momentos vitales que la impulsarán a apropiarse «de todas las investigaciones hechas hasta el momento», bebiendo también «de las fuentes desacreditadas: chismes, videntes, farmacéuticos, borrachos, fantasmas, la cuñada del guardia», hasta configurar lo que tilda de «una biografía ‘a la manera sentimental’» (págs. 363-364). Constituye la obra, a su parecer, un parricidio, pues, como explica en el capítulo, no sería un esfuerzo literario del agrado de su familia y le llevaría a romper con la tradición ideológica de sus padres. Pero, en el fondo, añado yo, es también un parricidio respecto a la estructura canónica del género biográfico.    

 

Habría sido deseable que tal reflexión, considerada por Ramos como su «mito de origen», se hubiera ubicado en otro espacio que no fuera el final. La razón es que para cuando el lector llega a ese capítulo de cierre no se entiende a qué viene el abrupto salto desde la muerte de la última de las hermanas Brontë a una escena en el Buenos Aires de la autora, narrado, ahora sí, cual autobiografía, pero sin marcas iniciales aparentes que expliquen la inclusión del mismo. He de reconocer que, en una primera lectura, opté por no leerlo y me quedé sin comprender, en aquel momento, las razones del malestar que sentía por no haberme encontrado con un texto biográfico al uso.    

 

Es curioso, por tanto, que las objeciones —si así se pueden interpretar— que tengo a este libro de Infernales. La hermandad Brontë. Charlotte, Emily, Anne y Bramwell no nacen de ninguna deficiencia del libro, sino de mi propio horizonte de experiencias y expectativas, que han modulado la lectura que he hecho. Fuera de ese horizonte doble, Infernales de Laura Ramos tiene toda la validez que se le puede otorgar a un estudio dedicado a la vida de un personaje histórico de la relevancia de los Brontë. Si no hubiera sido por mis experiencias y mis expectativas, esta reseña habría resultado muy distinta. Es, pues, pura teoría de la recepción en práctica.

 


Ma. Elena Roig

María Elena Roig Torres

[Madrid, 1979] Licenciada en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona, especializada en Literatura Románica Medieval y doctora versada en lírica occitana de corte trovadoresco. En la actualidad es docente de Lengua Castellana y Literatura en Educación Secundaria en el IES Sant Agustí (Ibiza) y profesora adjunta de la Universitat de les Illes Balears, donde procura continuar con su vocación de investigadora en el ámbito de los textos medievales, pero también en otros como la pedagogía y la didáctica. Lo compagina con marido, hijos, huerto y jardín. El orden de estos elementos no indica prioridad: es aleatorio y se altera según las circunstancias. El resto del tiempo —en caso de haberlo— se dedica a idear nuevas maneras de continuar ocupada.