I.
El tiempo regresa y entonces se hace urgente por su culpa.
Jon Davis enseña en clase la necesidad
[los misterios, la crueldad y el buen ejemplo]
Tropezar con lo verdadero
porque la memoria es
un hueco en el cuerpo.
A Jon le gusta hablar
del vacío e imaginar
peces mágicos.
Paul Klee delante
de sus ojos pequeños.
Como si fuera una grúa,
su delgadez se mueve
para evitarse
a sí mismo.
Dice que está harto
de consolar y de
ser consolado.
Lo dice en un poema
llamado El cebo.
El hermano, su muerte.
Sucedió cuando
la oscuridad
y
los detalles
se acercaron, se buscaron.
Después, desconoce
lo que se pierde
en cada abandono,
pero envejece,
y a ser
posible
café.
¿Es un truco del lenguaje?
Si una cuchara de cristal
aparece debajo de la almohada
¿a quién llamo, a quién pregunto?
La familia observa
desde el puente.
Así es: el sonido
de un martillo
apacigua el amanecer.
¿Alguien duda de la
suavidad, de la calma
privada, el error
casi crema?
Nunca será
posible
vela más
pequeña,
ni error
más hermoso.
Incluso esta vez
el termómetro
se hace trizas.
La melodía
suena alegre
y se acerca.
Los ojos son
su planicie.
¿Se ve bien cómo
la mujer arquea la
espalda, en memoria?
(poema “Una solución…”).
Dentro del lenguaje
hay una profundidad
de criatura quieta,
bestia enorme.
Se puede
nacer envenenado.
Inocente como
el veneno.
Es un modo
de explicar.
Los astronautas,
al carecer de preposiciones,
dan vueltas
descontroladamente.
Pero también es un
sinónimo de
darse cuenta.
Una fiesta de brevedades.
A veces contagiosa.
A veces equivocada.
II
Jon Davis quisiera casarse dentro de un cuadro de Chagall
[¿cuáles son las diferencias entre consuelo y satisfacción?
o al fin y al cabo, la falta de aire también puede llevar adjetivos]
Las jirafas tienen siete
huesos en el cuello.
El siguiente dato comprobado
es que los murciélagos
comen una tonelada
de mosquitos al año.
He tenido llamadas
terroríficas, por la noche.
La luz tiene
entonces
un amarillo
que solo
entonces
tiene.
Detrás, el cuento,
sus actores,
la historia
en cada uno de
sus milímetros.
Tengo en las manos
la lupa de mi padre
y observo la línea
terrible en mi piel.
El teléfono al que me refiero
es antiguo comparado
con lo que pretendo.
¿Nos hemos quedado
en las intenciones,
el cielo estrellado
y la ley moral?
Supongo que
es
indicio de vejez.
La anécdota es parte
de la constelación,
aquí mismo,
en este exacto sitio.
Esto
nunca
se podrá negar.
Siete vértebras
cervicales,
el mismo número
en humanos.
Mil doscientos
mosquitos
por hora.
Mi buena amiga
Dana habla
de la Poética
de la Evasión.
Yo preferiría
—depende de quien
ponga la música—
hablarles de la
Poética de la Cautela,
al menos verbal.
Todo conduce a la increíble facilidad
con que el poema se deja decir.
Me gusta cuando ocurre
a pesar
de la intención, quizá porque
las vértebras de las jirafas
son bastante más grandes
que las de los humanos.
En 1952 mi cuerpo
era la segunda y la
tercera letras
de una hipótesis.
Desde entonces
buscan un hueco,
un sonido al que
incorporarse.
Cobalto es el nombre
de un poema de
David Berman.
Él esperaba que alguien
entrase, sonriera y su
cuarto se tiñera de rojo.
También es el nombre
del asno que nosotros
jamás venderíamos.
Cuando en 1987 yo escribía
Las peligrosas diversiones
aún Philip Levine estaba
con nosotros y decidía
el aumento del cobre
y la dirección en verano.
Nadie entró en
la habitación y
yo ahora veo
los murciélagos
de Goya y creo
que la oscuridad
es una especie
de agua y de canción.
El resultado es que
no quiero estar
solo en mi mirada,
ser único en
mi acto de ver.
III
Una solución para el siglo
[asan un venado y cantan con las manos llenas de monedas]
Querida: ¿por qué permites que
los insectos que no vuelan mueran
en el sur y en tus gargantas?
Es la horrenda seguridad del placer,
para otros asco y cansancio.
Península volandera y siglo.
El libreto aquí
indica que hay
que caminar
en círculos.
Como conoce
cuál es el método,
se me acerca
Laura Riding,
me habla de los
viejos que escupen
amablemente
en las alcantarillas
y buscan
salida y
principio.
Es inútil porque
hay una referencia
exacta y el fantasma
de Laura es el indicio
espaciotemporal.
¿Qué se puede
hacer ante
un silencio
que iguala,
de la misma
manera que
la muerte
lo hacía en la
Edad Media?
No conozco
remedio mejor
para evitar
ruina
y orgullo,
cláusula
subordinada,
y familia.
La mujer arquea
su espalda,
en memoria
(me susurra al
oído Jon Davis).
Podría ser
el árbol
genealógico
de un picaporte
o de una
oración
a cuatro
patas.
La pirámide
niega cualquier
argumento,
firma y rubrica
la jueza antes
del veredicto
que me declara
inocente.
de: El perro y la calentura (trashumancias de los poetas americanos)
En prensa
Francisco Layna Ranz
[España] Ha publicado cuatro libros de crítica y decenas de artículos. En poesía, Y una sospecha, como un dedo (Madrid, Amargord, 2016); Espíritu, hueso animal (Santiago de Chile-Barcelona, RIL editores-Ærea/Carménère, 2017); Tierra impar (Santiago de Chile-Barcelona, RIL editores-Ærea/Carménère, 2017); Historia parcial de los intentos (Antología) (Asunción, Arandurá, 2019); Oración en 17 años (Santiago de Chile-Barcelona, RIL, 2020); Nunca, mil y gigante (Poemas 2016-2018) (Santiago de Chile-Barcelona, RIL [en prensa]); El perro y la calentura (trashumancias de los poetas americanos) (Santiago de Chile-Barcelona, RIL, [en prensa]).