Excrementaciones y flujos | Marina Skalova

Foto Michela Di Savino

Excrementación *, **

La notificación de WhatsApp, privet naberi mne, hola, llámame, ese único mensaje recibido una mañana hacia las 7h tenía ya forma de un anuncio, una advertencia, no más que eso, lo era prácticamente, se sospechaba, lo sabía casi, una vaga esperanza, los cuidados paliativos tal vez, pero en el estado de las cosas, un sobresalto de esperanza esos últimos días, la situación vagamente mejorada, parecía estable, pero eso qué quiere decir, a estas alturas, cuando la situación de los hospitales en Moscú, saturados, los números rojos, la saturación de oxígeno estabilizada, habían dicho, pero la diálisis, el hígado, los riñones, las llamadas sin respuesta, todas las llamadas que me había dejado en el aire, oumer, un soplo exhalado como si se diera por hecho, muerto, una palabra, ni siquiera una frase, no vale la pena, una evidencia, sin fuerza, conclusión fatalista, la fuerza de las cosas, y todos los pronósticos y diagnósticos se anulan y los montones de explicaciones convergen y se vuelven inútiles en el momento en que son pronunciados, caducados los esquemas de análisis, sostenidos artificialmente, como encomendábamos la credulidad a un respirador, una tranquilidad suspendida en el gota a gota, sobre todo no saber demasiado, my eto slovo ne proiznossem, y la caída de WhatsApp la víspera de su muerte y las comunicaciones con el hospital de Moscú en manos de la aplicación, un empeoramiento de su estado no habría podido, ni siquiera, ser notificado, la notificación perdida en el limbo, no en el vientre, de los algoritmos, entre los cables submarinos de internet, no, en Silicon Valley, ahí donde la avería, los cables finalmente desconectados uno a uno, el respirador, el catéter, quitado al final, retirado con mucha precaución y luego el cuerpo, sobre la cama, en el ascensor, hacia el subsuelo, hacia la morgue, la totalidad de la operación realizada en tiempo récord, el roce con las otras camas, los otros muertos, ¿estaba el ascensor congestionado a esa hora nocturna o era una noche tranquila?, ¿la enfermera encargada de cumplir la operación las descendía en cadena?, el embotellamiento, el choque de los armazones metálicos, el tintineo de las camas que se chocan, el silencio de las noches opacas, uno o lo otro, los dos, kto znayet, ronroneo de la aplicación, las líneas telefónicas poco a poco aliviadas, la obstrucción del cuerpo, mensajes enviados, último estertor —imaginar entonces, la extenuación y finalmente la extinción, la extinción en el interior, al seno de ese cuerpo demasiado pesado, ese cuerpo tan sospechoso; ese cuerpo que me había disgustado tanto, la boca babosa, el hocico apestoso, los dientes podridos y metálicos; las manos llenas de pústulas; no olvidar aquello, no olvidar hace también justicia al asco frente a esta mirada vidriosa, la lágrima eterna en el ojo, las bolsas conjuntivales inflamadas y enrojecidas, como un prepucio irritado, de repente por haberse frotado demasiado y alguna cosa babosa pese a él, una viscosidad en la mirada a escondidas; tosco, guatón y viscoso y la baba, la baba que chorrea de los labios entreabiertos; la baba del perro que mueve la cola, del viejo que verte le excita; los excrementos que salen de la boca, no sabes por qué pasa eso, esa imagen, las notificaciones de WhatsApp, la saturación, los respiradores, los ascensores, la mirada lúbrica, los dientes metálicos y los excrementos que salen por la boca, es una imagen en la mente y las imágenes en la mente obstruyen las imágenes de lo real, se posan encima, como una boca en una cloaca, se aferra a las canalizaciones, es un abrazo, es un beso, un beso de la muerte, eso se excrementa.

 

Exploración del flujo ***, ****

El mar puede acoger 226.000 especies, peces, medusas, coral, ballenas. El mar cubre el 70% de la superficie del globo, de manera que bien puede absorber algunos migrantes. El mar es como todo el mundo y, al igual que todo el mundo, tiene que reconsiderar su capacidad de acogida. Los migrantes van allí donde se les dice que vayan, los hay que solicitan desembarcar en tierra firme y se encuentran en el mar. En la vida no siempre se consigue lo que se quiere.

Un migrante es aquel que es fluctuante, vale decir, cambiante, vacilante, indeciso. Varía, va de un objeto a otro y regresa al primero si se lo fuerza a ello. Es aquel que es flotante, padece fluctuaciones, es presa de variaciones. Es arrastrado por la afluencia de las olas, fluctuantes ellas mismas, que probablemente lo hagan flotar en el agua. La migración es un desplazamiento de poblaciones que van de un país a otro para establecerse en él. Es lo que pasa cuando hay muchos migrantes que afluyen sobre la costa al mismo tiempo. Hay migraciones provocadas por las guerras, a eso se llama éxodo. Y existen las migraciones de los bárbaros, a eso se llama invasión. Éxodo es cuando mucha gente parte al exilio y exilio es cuando se puede pedir asilo. Para pedir asilo se necesita un papel, una tarjeta de saludo, una invitación. Sin invitación a eso se llama invasión. Como el migrante flota en el agua, puede ocurrir que, para el momento en que llegue a la costa, su invitación se haya mojado.

Ahora que sabemos que los principios se resfrían fácilmente, con todos estos enfermos a quienes hemos recibido en casa y que han tornado a nuestros principios tan friolentos y timoratos, hemos decidido que la mejor manera de combatir las enfermedades es ahogar a los microbios que intentan asaltar nuestros principios. Algunos son benignos, otros son peligrosos, pero eso no lo podemos saber antes de que atraviesen el mar para alcanzar la fortaleza de los principios. Entonces dejamos que se ahoguen todos, sin distinción de edad, de religión o de peligrosidad.

Y además, en Facebook, afluyen las fotos de los campos, afluyen las fotos de los trenes, afluyen las fotos de aquellos que no se han ahogado pero que han puesto sus pies sobre nuestro suelo, y cuyos pies pisan el mismo suelo que nosotros y entonces llegan las imágenes de las masas hacinadas en los trenes, de las porras de los policías, de los trenes que son despachados mintiendo sobre su destino, de los muros de policías en la salida, de los campos y de las alambradas de púas y de las epidemias de tifus en los campos, sobre nuestro suelo, en nuestras comarcas, hoy, en Europa, en el interior de la fortaleza. Entonces, con las imágenes, afluyen los recuerdos. Los campos y los trenes no son como los barcos y los ahogados, son algo que ya hemos conocido, son algo contra lo cual hemos desarrollado vacunas, es por eso, originalmente, que habíamos necesitado de todos estos principios, es allí, súbitamente, cuando vemos las imágenes que afluyen, que nos acordamos de que los principios, básicamente, eran vacunas, eran lo que debía protegernos, porque habíamos dicho nunca más esto, porque habíamos dicho nunca más las masas hacinadas, las alambradas de púas, los campos y los trenes.

Nos damos cuenta, entonces, de que debemos tomar decisiones. Nos reunimos, todos juntos. Nos damos cuenta de que la fortaleza ya no alberga muchos principios, en realidad, de que nos equivocamos cuando construimos la fortaleza y creímos que los principios serían el cimiento de la fortaleza.

Los que migran son aquellos que son flotantes. No se puede confiar en ellos, son inestables, movedizos, cambian de opinión como de camisa y, ciertamente, tienen interés en cambiar de camisa, en vista de que está mojada, cuando llegan, y que se enferman, no tienen seguro de salud. Los migrantes y los refugiados no son lo mismo. Los migrantes flotan sin saber adónde quieren ir, mientras que, con los refugiados, es sencillo, sabemos que buscan un refugio. Es como con los animales en invierno, los que necesitan una madriguera para hibernar en paz. Entonces les proponemos que se refugien en casa, queremos recibirlos en el calor de nuestras madrigueras, para compartir con ellos nuestro tocino con lentejas y nuestros valores judeocristianos. Podemos acoger a los refugiados pero no a los migrantes, porque llegan todos acatarrados y podrían estornudar sobre nuestro tocino con lentejas.


* Traducción del francés por LM Hermoza
** Relato inédito
*** Traducción del francés por Ariel Dilon
**** Fragmento de la novela Exploration du flux (inédita en español)




Marina-Skalova

Marina Skalova
[Moscú, Rusia, 1988] Ha vivido en Rusia, Alemania y Francia. Su primer libro Atemnot (Souffle court) (Cheyne éditeur, 2016) recibe el Prix de la Vocation en Poésie. Publica también Amarres (L'ge d'Homme, 2017) y Exploration du flux (Seuil, Fiction & Cie, 2018), un flujo de escritura musical, poética y política. Como residente del teatro POCHE/GVE, escribe la pieza La chute des comètes et des cosmonautes (L’Arche, 2019). Entre 2016 y 2019, junto al fotógrafo Nadège Abadie, desarrolla el proyecto “Silences d’exils”, a partir de talleres de escritura de exiliados. Esta experiencia tiene como resultado una exposición y un libro aparecido en Éditions d’en bas (2020). Es traductora del alemán y del ruso. En la actualidad, desarrolla proyectos en torno a la historia de mujeres en la URSS y una tesis en investigación y creación al seno de la EUR Humanités, Création, Patrimoine à Cergy.

Ariel Dilon

[Buenos Aires, 1964] es escritor, traductor, periodista y docente. Ha vertido al español —en casi un centenar de libros— a autores como Antonin Artaud, William Burroughs, John Cheever, Stephen Dixon, Patricia Highsmith, J.M.G. Le Clézio, Henri Michaux, George Orwell, Cynthia Ozick, Raymond Queneau, Henri Roorda, Muriel Spark, Kurt Vonnegut y muchos más. Integra el consejo de redacción de la revista Las ranas. Fundó y dirige el Ciclo Alta Traición —«una leal conjura literaria»— y la serie de videos BITÁCORAS DE TRADUCCIÓN. Ensayista y narrador, entre sus libros de ficción, en su mayoría inéditos, se cuentan El inventor de dioses y otros apócrifos chinos (accésit Premio diputación de Badajoz, 2008) y las novelas Hemisferio noche, Las fuentes de la creación, Piedra de afilar, La lenta combustión del mundo y Bak vuelve.

Ariel Dilon por Fondation Jan Michalski, Tonatiuh Ambrosetti

Foto por Fondation Jan Michalski, Tonatiuh Ambrosetti

L.M. Hermoza
[Trujillo, Perú] Es licenciado en Filología Románica, Máster en Letras y Máster en E-learning. Ha vivido en Perú, en España y Francia. Lideró la Agrupación cornelista: por un planeta sin humanos, con la que publicó fanzines y realizó recitales y performances en Barcelona y París. Dirigió la revista de literatura La Siega. Co-dirigió 2+. Formó parte del consejo de redacción de la revista Paralelo Sur. Ha publicado, en poesía, La trilogía del signo (2021), que reúne sus tres libros de poesía aparecidos en ediciones ultralimitadas en Londres, Ciudad de México, Lima y Mánchester. En narrativa, ha publicado la novela La madre rata (2020), cuya versión preliminar quedó finalista en dos concursos.


Actualmente, es el OJO izquierdo de esta revista.
Web personal: lmhermoza.net.

 

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